26 nov 2010

Lecturas.


Mi principal pasión siempre fueron los libros, también es cierto que en mi época de jovencita no había internet y en casa no había televisión. Tal vez por eso, alguien con un mínimo de curiosidad e interés por las cosas de la vida y por el mundo, desarrollaba obligatoriamente el gusto por la lectura, única forma de escapar de la rutina.
Tras los cuentos infantiles y juveniles, busco en mi memoria y no rescato gran cosa... El clube de los  cinco... Las fotonovelas de Corin Tellado, las novelas rosas de Bárbara Cartland...

Me parece increíble que haya podido leer tantas tonterías pero leía todo lo que caía en mi mano. Hubo la etapa Agatha Christie y otros, como Simenon... Curiosamente en mi juventud, los cómics ó tebeos, no han marcado un lugar destacado, sólo dejaron huella Tintin y Gaston Lagaffe, con los que me partía de risa, y eso fue ya de mayor. De hecho más tarde le compré a mi hijo toda la colección de Tintín, que viajó con nosotros cuando nos vinimos a España y se quedó en nuestra casa del pueblo el día que nos mudamos a Sevilla, tras mi separación matrimonial (que esa es otra historia).

En fin, volviendo al tema de mis lecturas, hubo una revista a la que estuve abonada por lo menos 10 años cuyo contenido escuadriñaba de la 1ª a la última página. Se trataba del mensual Seleccion del Reader's Digest.
En Círculo de Lectores, no sabría decir cuántos años fuí una fiel cliente, y no compraba por comprar, seleccionaba cuidadosamente en función de mis gustos del momento, y de la oferta...
Desde que mis hijos tienen casa, algunos de esos libros se han trasladado con ellos, con gran placer para mí, pues hubiera sufrido al saber que no los conservarían... La comédie humaine,  clásicos ingleses, los nobel, decenas de biografias, trilogías y best-sellers... Espero que un día alguien diga: "Estos libros eran de mi abuela"

24 nov 2010

Coincidencias

Relacionado con mi último relato, hay un episodio que se produjo más o menos por esa época pero anteriormente, estando un día de compras en el pueblo más cercano a mi aldea. Entré en una librería y mientras pagaba mi compra, el librero, que me conocía, me iba preguntando por gente conocida... Entonces una clienta que esperaba su turno intervino en la conversación y me dijo: "¿Eres de Piçarras? A lo mejor conoces a mi cuñada, que vive ahí." Le contesté riendo: "Seguro que sí y que hasta le puedo decir qué cenó anoche." "Se llama María Rosa"- me dijo, y yo dije que no podía ser ya que sólo había una persona con ese nombre y era mi madre, sus cuñadas eran mis tías y las conocia muy bien...
Entonces esta chica me explicó que estaba casada con un medio hermano de mi madre y que, aunque no la conocía, sabía de su existencia y hablaba de ella... En ese momento se hizo luz en mi mente y recordé esta parte de la historia familiar, que conocía de oídas.
Qué coincidencia (ella vivía lejos y solo pasaba por allí, igual que yo).
Estaba deseando llegar a casa para contarlo.

11 nov 2010

Érase una vez...


"Érase una vez..." así empiezan los cuentos. También se puede empezar cualquier historia real, y es lo q voy a hacer.
Érase una vez... Cuando nació mi madre, mi abuela estaba soltera, y también era hija ilegítima así que, de apellidos, estaba la cosa chunga, más que chunga diría yo. Menos mal que como compensación recibió el nombre de la más bella flor: Rosa.
Mi bisabuela se llamaba Claudina, asi que ni cortos ni perezosos, en el registro la inscriben como Rosa Claudina. Cuando 23 años después nació mi madre, las cosas no habían cambiado, pues aunque todos sabían quien era el padre, nadie pensó en que él pudiera reconocerla y darle sus apellidos, así que se repite la historia y mi madre se llamó Maria Rosa, a secas.
Por suerte, en Portugal como en otros países europeos, las mujeres adoptan o añaden al suyo el apellido del marido, así fue como mi madre tuvo su primer apellido incluso antes de que fuese oficial, ya que mis padres vivieron juntos sin estar casados unos 16 años y no por modernismo sino por falta de recursos.
Cuando se casaron por lo civil y por la Iglesia, ya tenían 7 hijos, que de hecho fueron los únicos invitados a la boda.
Mi abuela, bombardeada por mis preguntas, me contó que nunca supo porqué el padre de mi madre la dejó plantada ya que no hubo otra mujer ni nada que justificara su actitud, de hecho este hombre, aunque años después tuvo otro hijo con otra novia, nunca se casó y a pesar de tener bienes materiales (casas, terrenos, ganado) acabó suicidándose colgándose de un árbol de su finca.:.:.
Mi madre nunca supo porqué... Yo conocí a este hombre (abuelo) de la siguiente manera: ...Un día llegó a mi aldea alguien que traía un mensaje para una tal Maria Rosa, una vez encaminado a nuestra casa dijo que venía de parte de Avelino (ó Adelino) y que éste le pedía a mi madre que estuviera el dia X a X hora en el Registro Civil de Almodóvar porque quería reconocerla como hija suya... La razón era que su otro hijo lo reclamaba y, en ese caso, no quería dejar de lado a la que sabía que era su hija.:.:.
El mensajero se fue sin respuesta y en casa empezamos a debatir el asunto. Mi padre dijo que era cosa de mi madre, y ella decia que no tenía ganas y que cómo iba a desplazarse tan lejos (20 km), etc.
Finalmente, opinamos las 3 hijas mayores (María de 17 años y nosotras las gemelas de 15), y dijimos que tenía que ir sin lugar a dudas por muchas razones... La abuela dijo que, ya que nunca le había dado nada, ya era hora de que le diera un apellido y que el día de mañana herederan sus hijos en vez de otros...
El día marcado, ya convencida, se fue a la cita de donde volvió con el apellido Alves, que por cierto nunca usó, y aliviada de haber liquidado el asunto. Ese día se comprometió en visitarle y, tiempo después, cumplió su promesa y yo la acompañé, creo que con mi inseparable hermana gemela.
Recuerdo que vivía con una hermana viuda, que había conocido a mi madre de niña y nos recibió muy bien. Creo que, entre otras cosas, porque era evidente el total desinterés de mi madre por sus bienes.:.:. A pesar de mi juventud, tuve la sensación de que este hombre no era feliz y que nosotros, sin tener nada, teníamos mucho + que él.
Nunca volví a verle.