28 nov 2012

Hola corazón...


Ella tenía 35 años cuando le diagnosticaron una enfermedad incurable que, por supuesto, no entraba en sus planes. Fue el principio del fin...
Su vida, hasta entonces estable, empezó a desmoronarse hasta caer en picado. Todos sus proyectos, profesionales y familiares, se esfumaron en el aire ante la mirada perdida de sus ojos grises.
Estaba casada y tenía un hijo adolescente que era su mayor tesoro. Nunca, ni en las peores pesadillas hubiese imaginado todo lo que sucedió posteriormente.
Ella quería curarse y contaba con el apoyo de su marido, que en un principio, asintió a acompañarla a un país donde se hacía un tratamiento especial para su enfermedad. Una vez, me dijo que había mejorado bastante y que volvió por segunda vez al mismo lugar. Otra vez se sintió mejor, pero no pudo volver, era un tratamiento muy caro, su marido ya se había cansado y ella misma sabía que solo estaba posponiendo lo inevitable.
Su enfermedad avanzaba en la misma medida que la desconsideración del hombre que vivía a su lado, el padre de su hijo. Empezaron los reproches (como si ella hubiera decidido enfermar para fastidiarle a él), los malos humores, insultos, empujones, amenazas, burlas... el maltrato fisico y psicológico. Su madre no la creía, su familia política nunca la quisieron porque no pertenecia a la capa adinerada de la ciudad.
Cuando él se fue de casa con la presunta cuidadora, que era en realidad su amante, abandonándola en manos de extrañas y llevándose a su hijo, mi amiga sumida en la más profunda miseria afectiva, tardó en despertar de su doloroso letargo. Hasta que un día la rabia se apoderó de ella, recuperó esa fuerza moral y la tenacidad que en sus tiempos de universitaria la empujaba a conseguir las mejores notas. Esta vez su esfuerzo se centraría en buscar ayuda para denunciar los malos tratos recibidos y el abandono, y a continuación divorciarse de este individuo. Se puso en contacto con diversas asociaciones, se abrió cuenta en facebook, y fue cuando la conocí.
Pasaba el tiempo, las instituciones se pasaban la pelota unas a otras. Mi amiga acabó creyendo que nadie iba a hacer nada por ella. Solo un amigo trató de conseguirle un abogado, sin resultado. Parece que su caso no era lucrativo...
Pero ella no cesaba en su lucha. Convocó a un equipo de televisión que después de grabar un video, le informaron que no lo podían difundir sin que hubiera una denuncia. Me decía que no podía más, que era una lucha desigual. Y casualidad de la vida, un día en que chateaba con mi hijo, le dijo que tenía un problema con el relevo de las cuidadoras que no podía resolver. Mi hijo lo consultó conmigo, durante 2h estuvimos llamando a todas partes, las cuidadoras nada que hacer, el hijo no se hacía cargo, los servicios sociales tampoco, nosotros vivimos a más de mil kilómetros, no podíamos dejarla sola. Nueva llamada al hijo, para decirle que si no se ocupaba él llamaríamos a la policía. Ya era de noche cuando el hijo dijo que se iba a casa de la madre, mientras tanto seguíamos en contacto, tranquilizando a mi pobre amiga. De pronto nos dijo que su hijo estaba hablando con el padre y que este iba a venir. Que su hijo la iba a dejar sola con "él", que era el fin... Entonces le dije a mi hijo que llamara a la policía de aquella ciudad cuyo número ya había buscado. Mientras le escribíamos: "Cariño no tengas miedo, estamos dando tus datos y una patrulla va para tu casa". El tiempo de escribime "Vale", ya estaba el ex en la puerta. Felizmente también llegó la policía. Mi amiga temblaba de los pies a la cabeza, pero por fin pudo poner su denuncia. Al dia siguiente salió en todas las televisiones y en el periódico. Desde entonces ha pasado tiempo. Nosotras seguimos chateando (unos 18 mil mensajes y saludos en el chat). Últimamente lloraba mucho, un dia me dijo que la emocionaba hasta mi usual saludo "Hola corazón". Pasaba las semanas sin conectarse. Hace poco me escribió "Adi, tú sabes que te quiero, verdad?" Estas palabras fuera de contexto, me llegaron como una despedida.
Una mañana al despertar le dije a mi hija "Llama a nuestra amiga a ver como está". Al momento vinieron los 3, y cuando vi sus rostros, lo supe. Se había ido para siempre.
Yo también te quiero.
Adiós corazón...

7 nov 2012

Cuantas cosas en una vida...

Aunque parezca mentira, tras varios meses alimentandome únicamente de chocolate con nata, no estoy más "gruesa", como dice el abuelo, jajaja!! Y además tengo el azúcar en su justa medida. Eso sí, me tomo por sonda gástrica la alimentación complementaria prescrita por el nutricionista que no es cosa de caer enferma, digo más todavía, que no está el horno pa bollos...
Ya tenemos una baja que va pa largo y aunque tratamos de sobrellevarlo con humor, estoy muy preocupada y me siento culpable. Mi pobre hijo que tiene serios problemas de espalda y se operó 2 veces de hernia discal, al que yo no dejaba coger nada de peso, ahora me levanta a mí de la cama o de donde sea, el caso es que tiene mucha fuerza pero le falla algo muy importante, que es la técnica. Hace 2 semanas, un lunes, salíamos de la ducha su hermana y yo, como de costumbre él vino a sentarme en la butaca, de pronto dió un grito de dolor, me soltó bruscamente, me golpeé la cabeza fuertemente contra el respaldo y desde entonces él tuvo que anular su semana de trabajo, el billete de avión y empezar por 3ª vez el peregrinaje por hospitales y médicos privados... En fin, que lo más seguro es que pase por el quirófano una vez más.

Esto me recuerda a la primera vez, cuando solo tenía 17 años recién cumplidos. Llevaba meses cojeando, con dolores en la pierna y en la espalda, 30 mil visitas a urgencias y especialistas, había perdido 12kg., estábamos desesperados. Por fin conseguí la dirección de un médico que tras examinarle se dió cuenta de que había perdido sensibilidad en la pierna y urgentemente le hizo TAC, RM y le ingresó para la intervención. Me salto unos detalles por abreviar y me voy a la anecdóta más dramática o divertida, según como se mire. Resulta que la operación fue bien y nos dieron el alta rápidamente porque faltaban camas... A los 3 días de estar en casa empezó con un dolor en la pierna, a mis llamadas de teléfono me decían que era normal, que descansara, etc... Hasta que el viernes no se pudo levantar del sofá, le di un calmante y así nos dió la noche. Me fui a la cama con mil preocupaciones, avisé al padre para que no se fuera por ahí... Efectivamente en mitad de la noche oí el grito de dolor y cuando perdió el conocimiento yo ya estaba a su lado. En resumen, entre llamadas al ambulatorio del pueblo y al pueblo más cercano, por fin di con una mujer competente que vino con una ambulancia para trasladarnos a Sevilla. Como era viernes nos quedamos en observación, mi hijo dentro y yo en la sala de espera. Cuando nos dejaban entrar, el niño me decía que solo le daban pastillas y no comía porque no podía incorporarse... Total, así pasamos el sábado y llegó el domingo. Los que estabamos en esa sala de espera ya nos conocíamos. Y surgió el drama, una familia que había venido de Huelva con su hijo de 20 años con fuertes dolores de cabeza, esa mañana le dieron el alta. La madre muy contenta me decía que menos mal, que era un trastorno... Mientras esperaba a su marido, entró un enfermero, dijo su nombre y se la llevó. El ambiente se hizo pesado por la solemnidad que reflejaba la actitud de esta persona. Luego supimos que el joven había fallecido por hemorragia cerebral. Aún se me hace un nudo en la garganta de recordarlo.

Mi estado de espíritu no era brillante, cuando a media tarde me llamaron por megafonía, y ahí empieza el episodio que en otras circunstancias me hubiera parecido hasta divertido por surrealista. Intento reproducir el diálogo...
- Firme aquí.
- ¿Que es?
- El alta.
- ¿Cómo que el alta si está igual y no le ha visto el médico?
- Oiga, firme usted o ¿es que quiere saber más que nosotros?
- Yo solo sé que nadie me dijo que le pasa a mi hijo.
Entonces este hombre de unos 60 años, con marcado acento árabe, tiró la carpeta al suelo violentamente esparciendo los papeles que una asistente se puso a recoger. Y de pronto me entró una sangre fria y determinación que nunca me ha fallado en los momentos críticos, especialmente cuando se trata de mis hijos. Y dije:
- No voy a firmar nada sin que le vea su médico y si quiere que se vaya tendrá usted que sacarle a la calle y responder de las consecuencias, desde luego no voy a correr el riesgo de que mi hijo se quede en una silla de ruedas porque usted lo diga.
Mientras este señor gesticulaba, interrumpiendo con muy mala leche, dijo que si quería que llamara al director del hospital y a los servicios de reclamaciones, a lo cual respondí: "Sí, llame usted. Yo esperaré junto a mi hijo."
Desde allí vi que cogió el teléfono, pero tuve la sensación de que no hablaba, efectivamente no apareció nadie en toda la tarde. El personal parecía tenso, una chica me dijo tímidamente que no podía estar ahí y yo le dije que estaba esperando al director. Solo salí un momento para llamar a mi marido, contarle toda la historia, avisarle que viniera a la hora del "parte oficial" y dijera lo mismo que yo (él en estas situaciones se quedaba sin reacción).
Cuando llegó la hora, este hombre le dijo a mi marido: "Pase usted solo porque con su mujer no se puede hablar"... ¿¿¿CÓMO??? Abrió la puerta y entré la primera. No repito la conversación por incoherente y absurda por parte de esta persona.
Finalmente el niño se quedó y a la mañana siguiente a primera hora teníamos a su médico y al cirujano que le operó examinando a nuestro hijo. Parece que la historia traspasó las fronteras de observación. Para nosotros todo acabó bien y lo dejo ahí...

Cuantas cosas en una vida...