2 ene 2017

Una historia de amor (2ª parte)

Después de estas palabras, me quedé triste y pensativa. Manuel ya no pasaría en bicicleta por cualquier sitio donde supiera que estaba yo, solo para verme y saludar con la mano.

Entonces, allá por los años 60, si nos veían hablar con un chico en la calle ya eramos unas descaradas. Chungo lo teníamos...
Efectivamente Manuel me escribía a diario, cartas de 2 ó 3 folios escritos por los 2 lados. Recuerdo que me preocupaba el gasto que hacía en sellos de correo, le dije que no hacía falta escribir tanto pero él seguía...

Ese año en la campaña de recogida de la aceituna, no sé si 3 ó 4 semanas, había un chico de otro pueblo, mucho mayor que yo, que me perseguía día y noche. Literalmente era acoso.
Le cogí tal manía que estaba deseando volver a casa para leer las cartas de Manuel y decidida a decirle cuanto había pensado en él, en el último mes. Nos hicimos novios por cartas cuando yo acababa de cumplir 15 años.
 Oficialmente novios, cuando venía de permiso ya podía venir a casa y sentarse a mi lado, mirarnos y hablar sin intromisiones.  
Así estuvimos más de 3 años, viéndonos solo cuando le daban unos días de permiso. Tuvimos dos peleas por mi culpa, porque quería que viniera más a menudo. Aún sabiendo que no dependía de él, me permitía esas tonterías porque sabía que me aguantaba cualquier cosa. Justamente estábamos en una de ellas, cuando me atropelló un coche en Faro, donde estaba trabajando en las huertas. El coche iba a 120 km/hora y salí mal parada... Reboté sobre el parabrisas y caí a la carretera. Todos los que presenciaron el accidente, incluidas mi madre y mi hermana gemela, me dieron por muerta. Pero me desperté en el coche que me llevaba al hospital. Oía a mi madre llorar y decir que me habían matado, pero no podía abrir los ojos, ni hablar ni moverme, aunque intentaba hacer algo para que mi madre viera que estaba viva, no podía...

Estuve 3 ó 4 días en el hospital de Faro, donde no me hicieron nada para reducir la fractura de los 2 huesos de mi pierna izquierda, y donde las monjas me llamaban "niña mimada" por llorar de dolor y no tener ganas de comer. Eran malas.
Cuando mi madre, aconsejada por una chica del pueblo que trabajaba ahí, decidió trasladarme en ambulancia a Lisboa, las oí decir: "Vamos a lavar a la niña porque se va a Lisboa".

Llegué de noche al hospital de San José. En la puerta me esperaba mi tío, bombero voluntario de Estoril, que me animó mucho. Efectivamente, este hospital nada que ver con el sitio lúgubre de donde venía. Enseguida me hicieron radiografías, análisis, me inmobilizaron la pierna y me dijeron que había que operar, que no me preocupara que iba a quedar bien.
Recuerdo que me preguntaron mi edad y dije 18 años, se miraron y dijo uno: "Está aturdida, esta niña tendrá 14 años". No insistí, estaba agotada...

Mi madre se fue la mañana siguiente, tenía 6 hijos más que atender y sabía que mis tíos estarían pendientes de mí. Al otro día, a la hora de la visita, estaba mirando la puerta sin esperar a nadie, cuando le vi entrar... Impecable en su uniforme de marinero, venía hacia mí sonríendo y de repente me dió una llorera imparable. Manuel se sentó a mi lado, acariciando mi brazo, diciendo bromas, pero yo seguía sollozando, a tal punto que él fue a buscar a la enfermera, la encantadora Teresa, que desde el primer minuto se encariñó conmigo. Vino y dijo: "No le voy a dar nada, es bueno que suelte la tensión acumulada en estos días".
Sonó el timbre que avisaba a las visitas para salir y yo aún no había dicho nada... Manuel hablaba solo. Me dijo: "No llores más que voy a pensar que no quieres verme,  "sus ojos tenían un brillo extraño", pensé, va a llorar, tengo que parar....  Estás guapisima, creí que ibas a tener heridas y vendajes tipo momia, que cabeza más dura tienes... Por favor no juegues más al fútbol con los coches". Y me arrancó la primera sonrisa...

Menos mal que Teresa nos dijo que se podía quedar. ("Ahora que ya te ha pasado la crisis nerviosa").
- ¿Cómo sabías que estaba aquí, si llegué anoche? Ni siquiera pensé que supieses del accidente.
Evidentemente no había móviles, ni siquiera un teléfono en la aldea, la única manera de enviar una noticia urgente era el telegrama, y siempre eran malas noticias...  
- Querida, yo siempre sé lo que te pasa.  
- ¿Cómo? ¿Es que me tienes espiada?
CONTINUARÁ...

  (Escrito con la mirada)

3 comentarios:

  1. Que lindo romance amiga...
    espero ansiosa a 3º parte.

    ResponderEliminar
  2. até á entrada no hospital de Faro, é tudo ,como se estivesse acontecendo neste momento. também os ,creio que 4 horriveis dias nesse hospital estão vivos na minha memória. valeu-nos também o senhor Faria, que se insurgiu contra tudo e contra todos,quando nos pediram,não sei bem a quantia em dinheiro para te operar, eu lembro bem a conversa com um desses operadores ,como se fosse hoje. segui trabalhando, e esperando.sabia que estavas protegida.

    ResponderEliminar
  3. Una historia muy buena de amor. Había pobreza en tu circulo, pero tu , ya entonces, tenias un gran corazón. Gran corazon que lo sigues teniendo y te merecias y mereces que te queramos. Aquel joven te hacía olvidar los problemas para seguir adelante. Hoy tu me haces olvidar mis problemas para seguir adelante. Gracias amiga que cada día me demuestras lo grande y poderosa que eres.

    ResponderEliminar